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EL MURO DE TRUMP, EL ESTANDARTE CONTRA LOS “BAD HOMBRES”

A cuatro años de que Trump llegó a la presidencia de EE.UU, ¿cómo fue que su figura conquistó ciegamente a casi la mitad de los estadounidenses? Con su personalidad polarizadora, frontal y demasiado controversial, el uso de los símbolos políticos que utilizó, fue clave para su victoria.


Querido Ser Político, entender cómo llegó una figura como Trump o AMLO al poder, parece sencillo pero en realidad es complejo. Aquí analizaremos la figura de Trump y el papel que jugaron los símbolos políticos que él utilizó a su favor para llegar al poder.

- Regina Ardavín C.


"When Mexico sends its people, they're not sending the best. They're not sending you, they're sending people that have lots of problems and they're bringing those problems. They're bringing drugs, they're bringing crime. They're rapists and some, I assume, are good people, but I speak to border guards and they're telling us what we're getting."- TRUMP.

Si alguien sabe de símbolos y del poder que tiene su uso, es Donald Trump. Populista, experto en conquistar masas, como buen empresario, Trump supo capitalizar a un mercado electoral desatendido, desencantado por los demócratas y republicanos tradicionales.


Como bien es sabido por quienes conocen el poder de los símbolos, éstos son fundamentales para conectar con una audiencia, a través del enamoramiento que va más allá de cualquier elemento racional y técnico. Trump entendió el poder del símbolo, de la función que representa en una sociedad y del poder que tiene para vincular a un grupo con sus anhelos, valores y sentimientos más profundos.


Los símbolos pueden bien ser usados para unir a un grupo a través de lo que aman o de lo que odian. Trump utilizó precisamente, los sentimientos de odio y desprecio, escondidos durante años por casi la mitad de la población estadounidense, para capitalizarlos en un plan de acción política, mismo que lo llevaría a la presidencia de EE.UU.


Trump nunca se preocupó por ser correcto, por ser político. Trump se presentó como es: un ser humano insoportable, egocéntrico, déspota, engreído, machista, ultra-conservador, etc.

Su personalidad se convirtió en un símbolo disruptivo en la política americana. Es una personalidad que representa todo menos el status quo, en cuanto al típico político que se ve en las elecciones cada cuatro años, como sí fue Hillary Clinton, una política hecha y derecha, y como es, este año, Joe Biden.


No sólo su figura se convirtió en el estandarte de un cambio y ruptura para la silla presidencial, también sus propuestas se volvieron icónicas. Si quisiéramos nombrar tres temas clave que caracterizaron las propuestas de Hillary Clinton hace cuatro años, o que identifican a Biden en estas elecciones, probablemente no nos acordemos claramente ni de una sola. En cambio, si se quisiera recordar cuáles fueron las de Trump en 2016, las tenemos frescas, como si las elecciones de hace cuatro años hubieran sido ayer.


Sus propuestas no llegaron a la razón, no fueron, ni son procesadas como uno procesa un plan fiscal; sus propuestas van dirigidas al alma, para bien o para mal. Uno no puede decir que Donald Trump es tibio, ni que es una persona que ni cae bien, ni mal. Uno ama u odia a Trump, por quien es y por lo que representa.


Hay quienes lo repudian por ser frontal, sarcástico, indiferente, engreído, misógino, racista, xenófobo, etc., pero esas mismas características fueron las que hicieron que muchos norteamericanos se volvieran locos por él y lo llevaran a la Casa Blanca. Hillary Clinton no provocaba nada en un sentido emocional.Es una persona que puede caer bien o mal, pero que no genera un vínculo afectivo en ningún sentido.


En el caso de Biden, evoca sentimientos pero como una reacción a los sentimientos que se tienen hacia Trump; uno no necesariamente se identifica con Biden por sus propuestas, sino porque representa el anti-símbolo de Trump, su antítesis en este contexto específico.


Quien amó las propuestas de Trump, probablemente salió a votar por él sin pensarlo dos veces, porque lo que él simboliza, mueve a la gente con él.


Entre las propuestas que jamás se nos olvidarán y que lo volvieron emblemático, estuvieron la creación del muro, que sería financiado por México; la salida de EE.UU de las organizaciones internacionales, por el aprovechamiento de China y de otros países (México incluido); y el repudio hacia los migrantes mexicanos y en general latinoamericanos, que calificaba de “bad hombres”, personas violadoras, que llegaban a EE.UU a quitarle trabajo a los americanos.


Todas estas propuestas se volvieron simbólicas por lo que representaban para su base electoral y para el mundo. Particularmente, el muro para “protegerse” de México, fue un símbolo que encarnó otro símbolo “Make America great again”.


Construir un muro, financiado por ellos o por los mexicanos, no resolvería el problema de la migración, ni del narcotráfico. Ni resolvería su problema de desempleo en el Midwest, ni haría que las empresas regresaran sus inversiones de fábricas de los países en vías de desarrollo a EE.UU.


El muro sería, y fue, un gasto que podría haberse empleado en políticas efectivas, que realmente mejoraran la vida de los americanos afectados por el desempleo y el “american dream” que no tocó a sus puertas. Pero el muro nunca tuvo el fin de ser efectivo, ni práctico, ni barato; la idea del muro, y el muro en sí, se creó para ser un símbolo, para representar una ideología, para darle a entender a los americanos la postura de Trump frente a los inmigrantes “violadores”.


Barack Obama deportó a más migrantes que Trump, con tres millones de deportaciones durante sus ocho años de mandato, de los cuales 2,833,849 fueron mexicanos[1], y Obama es de los presidentes más queridos por los medios y por la gente. Incluso es querido en países que se vieron afectados por sus políticas anti-migratorias, como es México. Pero lo importante no es lo que hizo, en comparación a lo que hizo y hace Trump, sino la historia que se vende, el retrato que los representa.


Trump en cambio, ha deportado, hasta 2019, a 666,106 inmigrantes[2]. Sin embargo, es etiquetado como el presidente más xenófobo que hay. Las cifras no mienten, pero son complicadas, lentas de obtener, tediosas de buscar. En cambio, el discurso antimigratorio es simple, no se tiene que digerir, cualquiera lo entiende y se identifica emocionalmente con él.


En una era digital en la que se pueden encontrar datos e información por todos lados, y en que las redes sociales inundan el tiempo de los votantes, lo inmediato es imprescindible en el discurso político. Nadie escucha las propuestas, ni el discurso técnico, ni los números, a menos que se dediquen a analizar estos temas. Pero el ciudadano “de a pie”, lo que busca y necesita es que su atención sea capturada con un discurso que lo atrape, con el cual se identifique.


El caso de Trump demuestra la importancia de la comunicación política y del símbolo, como eje rector de esa comunicación. No sólo es importante utilizar el símbolo por su efectividad para atrapar y enamorar, porque bien se ha probado que éste se puede usar para manipular y para un mal, pero también se puede usar para un bien.


El símbolo es, sin duda, el arma más poderosa que tiene entre manos un político.



[1] Aguilar, Rubén. 2017. “Los deportados de Obama y Trump”, Animal Político. https://www.animalpolitico.com/lo-que-quiso-decir/los-deportados-obama-trump/ [2] LatinUs. (2020). “Más deportados con Obama que con Trump”. https://latinus.us/2020/01/17/deportados-obama-y-trump/

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